«La multitud que inundaba las calles de la mañana al atardecer se confundía en abrazos fraternales, gritos de gozo y entusiasmo, canciones de libertad, risas alegres, humor y alegría. Los ánimos estaban exaltados; casi se podía creer que una vida nueva y mejor comenzaba en el mundo. Un espectáculo muy solemne, y al mismo tiempo idílico, conmovedor»
Palabras que escribía Rosa Luxemburgo en el marco de las huelgas de trabajadores y trabajadoras de principios del XX. Una centuria después se podrían utilizar también para describir el ambiente vivido en Madrid el pasado fin de semana, con la llegada de las Marchas Indignadas, desde Santiago, Bilbao, Barcelona, Cadiz, Murcia, Valencia, A Coruña, Logroño, Málaga, Granada... desde todos los puntos de la península.
Durante las marchas y las asambleas que han tenido lugar en cada ciudad, en cada pueblo, hemos hablado de participación ciudadana, de luchas locales y problemáticas comunes, de la necesidad de crear redes de apoyo mútuo y fortalecer las existentes.
Nos quedamos con la energía y la solidaridad en el camino, el recibimiento de las marchas, las manifestaciones multitudinarias, la proliferación de pancartas, anhelos, denuncias, la pasión y entrega que se respiraba en cada plaza, la valentía de los compañeros y compañeras que hasta el último momento demostraron una entereza ejemplar ante la embestida de otra brutal actuación policial, y la audacia y pillería de los que consiguieron hacer entrega en el Congreso de las demandas que se habían recogido en todas las rutas, a lo largo de cientos de kilómetros.
Entregado el documento, que la Mesa del Congreso estudiará en Septiembre, las Marchas caminan ahora con el horizonte puesto en Bruselas. Nosotras, Sres. y Sras. Congresistas, no cerramos por vacaciones. Seguiremos sumando y trabajando para asegurarnos que estas legítimas demandas de la ciudadanía no las convirtáis en papel mojado.
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